2 Respondió Natán a David: «Haz todo cuanto tienes en tu corazón,
porque Dios está contigo.»
3 Pero aquella misma noche vino la palabra de Dios a Natán en estos
términos:
4 «Vete y di a mi siervo David: Así dice Yahveh: No serás tú quien
me edifique Casa para que habite yo en ella.
5 Pues no he habitado en casa alguna desde el día en que hice subir a
los israelitas hasta el día de hoy; sino que he andado de tienda en tienda y
de morada en morada.
6 En todo el tiempo que he ido de un lado para otro con todo Israel,
¿he dicho acaso a alguno de los Jueces de Israel, a los que mandé
me
apacentaran a mi pueblo: Por qué no me edificáis una Casa de cedro?
7 Di, pues, ahora esto a mi siervo David: Así habla Yahveh Sebaot:
Yo te he tomado del pastizal, de detrás del rebaño, para que seas caudillo de
mi pueblo Israel.
8 He estado contigo donde quiera que has ido, he eliminado a todos
tus enemigos de delante de ti y voy a hacerte un nombre grande como el
nombre de los grandes de la tierra.
9 Fijaré un lugar a mi pueblo Israel, y lo plantaré allí para que more en
él; no será ya perturbado, y los malhechores no seguirán oprimiéndole
como al principio,
10 y como en los días en que instituí Jueces sobre mi pueblo Israel.
Someteré a todos tus enemigos. Yahveh te anuncia que Yahveh te edificará
una casa.
11 Cuando se cumplan tus días para ir con tus padres, afirmaré
después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas y
consolidaré su
reino.
12 El me edificará un Casa y yo afirmaré su trono para siempre.
13 Yo seré para él un padre, y él será para mi un hijo, y no apartaré de
él mi amor, como le aparté de aquel que fue antes de ti.